La linea diferencial entre la cultura y la identidad organizacional es muy delgada, a tal punto que suele hablarse de una en referencia a la otra; la imagen también suele ser confundida constantemente con algunos de estos dos términos.
Las tres se relacionan entre sí, una afecta a la otra, indudablemente; sin embargo, son tres conceptos distintos que debemos tener claros para poder abordar e implementar la Comunicación Organizacional de manera efectiva, ya sea como alto ejecutivo de una empresa/institución o como parte de esta área, sin importar la ubicación en el organigrama. Por ello mi decisión de desarrollar la serie de reflexiones “comprendiendo a la organización”.
La Cultura organizacional, según Horacio Andrade, es el “conjunto de creencias y valores compartidos que proporcionan un marco común de referencia, a partir del cual las personas que pertenecen a una organización tienen una concepción más o menos homogénea de la realidad y, por tanto, un patrón similar de comportamiento ante situaciones específicas”.
Son los parámetros, normas y políticas aceptadas y practicadas por personas, integrantes de un colectivo, que trabajan por un mismo fin.
Esos lineamientos definen la manera de actuar frente a los problemas y proyectos, derivados de su funcionamiento interno y de su adaptación externa, repercutiendo en el accionar cotidiano y la toma de decisiones. Esto es la cultura, esos valores y creencias al conjugarse y hacerse tangibles mediante manifestaciones y comportamientos, forman la Identidad, tema de otro post.
Como dice Joan Costa, “es imposible no comunicar”; igualmente ocurre con la cultura, no existe organización sin ésta. Con el sólo hecho de existir ya presenta una realidad que intrínsecamente, autopercibida, genera modelos de conducta que de no ser conceptualizados, orientados y delimitados -según los objetivos planteados por la directiva-, pueden generar debilidades que afecten el desempeño de la organización.
La misión, visión, valores y principios son parte de esta cultura. Un ejemplos es la corporación que se declara “en constante cambio, en respuesta a las exigencias del mundo, con el respaldo de una plataforma de servicios que cumple con estándares internacionales”.
Esa organización lógicamente debe formar de manera constante a sus trabajadores, investigar día a día sobre las nuevas tecnologías y metodologías de trabajo, además de funcionar en base a certificaciones, sistemas y procesos que garanticen sus operaciones a nivel nacional e internacional, con el aval de entidades verificadoras.
Para lograr esa coherencia a lo interno, entre lo que se dice y lo que se hace, los altos directivos deben determinar qué son, hacia dónde quieren ir y cómo hacerlo, para luego promover (función de comunicadores organizacionales) entre los equipos de trabajo la filosofía que marcará el rumbo de la institución/empresa.
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