Para ejercer el liderazgo efectivo en las organizaciones, influyendo de manera positiva en los integrantes de un equipo y en beneficio del colectivo, la comunicación -asumida como el diálogo auténtico, sincero, entre iguales- es fundamental.
En esta colaboración de Lorena Ferrer, la comunicadora venezolana explica como la transformación individual, de directivos y también de colaboradores, impacta en el desempeño de la organización:
No es atrevido pensar que el mundo que se gesta y desarrolla en las organizaciones sería muy diferente si cada uno de los que las integran reparara en la importancia de su contribución en la construcción de una realidad que favorezca el desarrollo personal, profesional e institucional. Este nivel de conciencia tendría aún mayor impacto si quienes ostentan roles estratégicos o de conducción llegaran a asumir ese compromiso con elevada convicción.
La realidad nos indica que lo primero no se produce por “generación espontánea” sino que debe cultivarse con esmero la posibilidad de transformar a los líderes para que éstos a su vez impulsen las transformaciones individuales, las de los equipos y entre líderes y equipos se borren las fronteras que separan y se fortalezcan los lazos que unen.
Avanzar fuera de la zona de confort
Se trata de un cambio de paradigma trascendental que implica avanzar fuera de la zona de confort hacia terrenos que muchas veces han sido poco explorados, en tanto sobrevivimos en un mundo 2.0 armados con las mismas herramientas tradicionales que ya, por sí solas, son a todas luces insuficientes para abordar la complejidad de los escenarios actuales en los que nos movemos.
Abrir paso a la escucha, a los motivos más que a las razones y abrazar una gestión que privilegie la participación provoca una energía diferente, un “aire fresco” que viene a avivar las ganas de aportar los esfuerzos individuales y colectivos hasta convertir a la organización en un espacio adecuado para incrementar el valor de lo humano como eje del trabajo. Cuando se llega hasta aquí es perfectamente normal encontrarse con efectos secundarios muy positivos como la retroalimentación y la confianza, palancas coherentes de las que los líderes deben echar mano para ayudar a que toda la organización, con participaciones auténticas y voluntarias, se movilice hacia el terreno de la estrategia y la acción.
La pregunta que emerge inevitablemente es ¿Cuántos de los que tienen la responsabilidad de liderar estarían en disposición de asumir estos cambios? Más aún, ¿Cuántos están preparados para asumir una forma de conducción que implica cercanía y por tanto mayor posibilidad de contar con retroalimentación que pone en bandeja de plata elogios y reconocimientos, pero también críticas y quejas? En todo caso, la madurez de cada líder le permitirá transformarse para avanzar o estancarse para sucumbir.
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